ASIENTO RESERVADO


Soy una mujer embarazada. Una mujer embarazada que toma combi
¡Que horror!
Una barriga de tres meses de gestación es casi imperceptible para el público en la calle. En mi caso, en cambio, se me notaba algo grande.  Entonces , un día, caí en la cuenta que merecía el privilegiado “asiento reservado” de los micros, y ya no tener que sufrir con los baches y saltos que se sienten en los sitios de atrás, peor aún si a esos zarandeos de carrocería vieja al ritmo de una estridente cumbia le agregas esas naúseas y ese dolor de cabeza que ningún chofer o boletero podrán sentir jamás, y que ninguna futura madre panzona podrá hacerlo entender jamás, sobre todo, en el caótico tráfico limeño.
Primera lección: que una barriga de tres meses no es tan creíble. Como cuando una joven madre casi histérica con un hijo en brazos me obligó a que me parara para otorgarle el asiento reservado. Alcé la voz, para que entendiera: ¡estoy embarazada! ¿ No te puedes sentar atrás que hay un montón de asiento libre?. Frunció el seño, y se fue para atrás.
Segunda lección: ¡hay tantos abuelitos prepotentes!. Como cuando una señora  me gritó al oído: señorita párese! Que esto es asiento reservado!. Tuve que voltearme para que se diera cuenta que estaba embarazada. Indiqué si alguien le podía dar asiento. Felizmente hubo ese alguien
Tercera lección: tremendas broncas que se arman por el asiento reservado. La couster estaba demasiado llena. A mi lado, un viejito octogenario leía un librito. Yo estaba a su lado, leyendo el mío. Una mujer que llevaba un enorme paquete  subió y me reclamó directamente el asiento reservado. Otra mujer parada al lado le dijo:  ¿Qué no ve que la señora está embarazada?. Y después de un rato agregó ¿ podría tener más cuidado en no golpear con su paquete al señor? (se refería al anciano octogenario).  La mujer del paquetón se sintió ofendida, y se armó entre ambas una bronca de callejón que si los pasajeros no intervenían se iban a las mechas. Por cierto que a la señora del paquete ningún caballero le dio asiento
Cuarta lección: el riesgo de perder el asiento reservado. Como cuando reiteradas veces tengo que repetir ¡estoy embarazada! Cada vez que me indican que me pare por un abuelito que necesita asiento. Parece que si los asientos reservados están ocupados por las personas indicadas, los demás pasajeros sentados sienten que no están obligación de conceder el suyo a otras madres y abuelos que también suben al vehículo y lo necesitan.
Embarazada de los gemelos no tuve esta experiencia, pues no trabajaba y estaba más en casa. Ahora que hago rutas largas, en verdad que difícil es andar en Lima con la barriguita 

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