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Sus primeros rostros
Buenas razones para amamantar gemelos
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“Hola Gael!, Hola Ignacio!, Yo soy su mamá. Su papá y yo los queremos”. Bajo la armonía de una sueva música, les hablé por primera vez para que me escucharan, para que me entendieran, mientras acariciaba mi vientre con las yemas de mis dedos que bañé con una crema de manos. Así empezó mi primera experiencia de estimulación prenatal. Claro, yo repetía lo que decía la instructora pero en plural: “ los amamos, ustedes son los más importantes del mundo”, etc. Nunca les había hablado así. Tampoco sabía que los bebés están en una oscuridad profunda al interior de la placenta. Por eso las madres pasábamos a cinco centímetros de distancia del abdomen linternas o las luces del celular, para que ellos identifiquen la luz y se muevan siguiendo el reflejo. Yo sentía a los dos pero más a Gael, paradójicamente, el que es más tranquilo. De ahí nos fuimos a las sonajas, para que se muevan con el sonido. En un momento de relajación, echadas de costado, la instructora nos dijo que pensáramos en los bebés. Y, con los ojos cerrados, comencé a pensar en ellos: ¿como serán?, ¿serán traviesos? ¿ serán tranquilos? ¿serán intelectuales? ¿deportistas? ¿músicos? ¿ se parecerán más a mí o a su papá?. Se, por el momento, que tendrán dos personalidades distintas por más que se parezcan y alucino que en casa nunca faltarán para ellos los libros, una guitarra o un piano. Pero desgraciadamente tampoco faltará algún póster de Alianza Lima.
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