Me cité con unas amigas en un local de Starbucks cerca de mi casa. Yo pedí un café moca, el que contiene además, chocolate, espresso y leche cremosa. ¿De cuanta cafeína estamos hablando ahí?,  ¿de 100 mg? ¿mas o menos?. A pesar que provengo de una familia “cafetera”, me he estado cuidando del café durante mi embarazo, incluso no soy tan aficionada al Starbucks, pero creo que ese vaso de café que me tomé esa noche fue la causa de lo que me pasó durante la madrugada.
Tomé mi café moca a las siete de la noche y llegando a mi casa, casi a las once, los gemelitos no paraban de moverse. Parecía que no tenían control, se movían mucho, como nunca antes. Poco después de acostarme, me asusté, porque me di cuenta que mi barriga se abultaba por partes. Primero a los costados, después el lado derecho, de ahí el izquierdo, como si Ignacio y Gael se estuvieran estiraaaaandoooo. Eso duró casi toda la noche. No me dolía, pero me inquietó mucho. Por supuesto que tuve dificultad al dormir, pues no tenía sueño, y me vino una acidez estomacal. Al día siguiente busqué información en Internet. ¿Es bueno entonces tomar café durante el embarazo?
La conclusión que tengo es que no es malo si se toma con prudencia, en pequeñas cantidades. Pero si se deja de tomar, será mucho mejor, pues la cafeína deteriora el calcio, provoca que las madres se pongan nerviosas, contribuye a la deshidratación y no contiene ningún valor nutricional. Ahora, hay gestantes y gestantes, y me imagino que muchas mujeres, como en el caso de mi mamá, no tuvieron problemas con el café durante su embarazo. Yo no debería tenerlos, pues trato de evitar tomarlo a pesar que su aroma me llama en el desayuno o en la cena. Pero lo que sí es cierto es que para mí no hay más Starbukcs hasta diciembre, por si acaso. 

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“Hola Gael!, Hola Ignacio!, Yo soy su mamá. Su papá y yo los queremos”. Bajo la armonía de una sueva música, les hablé por primera vez para que me escucharan, para que me entendieran, mientras acariciaba mi vientre con las yemas de mis dedos que bañé con una crema de manos. Así empezó mi primera experiencia de estimulación prenatal. Claro, yo repetía lo que decía la instructora pero en plural: “ los amamos, ustedes son los más importantes del mundo”, etc. Nunca les había hablado así. Tampoco sabía que los bebés están en una oscuridad profunda al interior de la placenta. Por eso las madres pasábamos a cinco centímetros de distancia del abdomen linternas o las luces del celular, para que ellos identifiquen la luz y se muevan siguiendo el reflejo. Yo sentía a los dos pero más a Gael, paradójicamente, el que es más tranquilo. De ahí nos fuimos a las sonajas, para que se muevan con el sonido. En un momento de relajación, echadas de costado, la instructora nos dijo que pensáramos en los bebés. Y, con los ojos cerrados, comencé a pensar en ellos: ¿como serán?, ¿serán traviesos? ¿ serán tranquilos? ¿serán intelectuales? ¿deportistas? ¿músicos? ¿ se parecerán más a mí o a su papá?. Se, por el momento, que tendrán dos personalidades distintas por más que se parezcan y alucino que en casa nunca faltarán para ellos los libros, una guitarra o un piano. Pero desgraciadamente tampoco faltará algún póster de Alianza Lima.

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